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POR TIERRAS DE LA Ñ

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EL MALETÍN DEL DINERO

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Recordar es vivir de nuevo, se suele decir, y hoy he querido recordar una anécdota de mi paso fugaz por la política, para que la memoria no la borre y quede por ello escrita:

Yo era concejal de una ciudad de tamaño mediano estuve siéndolo en una época en que los concejales no percibían sueldo y sólo eran compensados cuando perdían algún día de su trabajo habitual por actividad del Ayuntamiento. Los concejales no tenían dedicación completa al Ayuntamiento y no se compensaba tampoco a los partidos, como más tarde ocurrió creando grupos de partidos con sus secretarias y oficinas propias de cada grupo a cargo del Municipio.

Las reuniones de las comisiones de los concejales y los plenos eran estudiados y de maneras histriónicas “para el espectador” se hacían enfrentamientos a veces ásperos, cara al púbico, sin perjuicio de que después de los enfrentamientos hubiese amistad que más tarde se hizo rara o se rompió del todo.

Para intentar mantener relaciones cordiales a algunos concejales de grupo distinto se les ocurrió organizar un club de consulta entre ellos para estudiar juntos los problemas que la ciudad y los ciudadanos tenían y así facilitar los acuerdos después. Se hizo pues un club de amigos fuera del Ayuntamiento y en él nos reuníamos concejales y amigos una vez cada semana o cada quince o treinta días previa cita y con estudio de temas concertados; estas reuniones se hacían con seriedad y como amigos. Un 22 de diciembre habíamos quedado en la oficina de uno del grupo y a punto de empezar llegó uno de los miembros del club para decir que se iba a Logroño con urgencia y que no podía estar con nosotros. Nos quedamos unos momentos con él otro y yo y el compañero que era amigo le tiró de la lengua pidiéndole que le dijera que a qué iba a Logroño un 22 de diciembre a las ocho de la noche y nevando mucho. Ante la insistencia del que preguntaba el viajero abrió un maletín, enseñó 25 millones de pesetas en billetes usados (en 1980 aquella cantidad era importante) y dijo: tengo que entregar esto a Fulano de Tal, concejal de XXX antes de las 12 de la noche de hoy, si no lo hago nos paran las obras de la carretera de Ciudad X a Y y nos la quitan. El receptor era miembro de un partido y era muy conocido. Así supe yo que andaban maletines en el juego político.

 

César del Carpio,

desde Logroño, recordando buenos tiempos y asumiendo que ya había chorizos en política entonces.

 

MEMORIA HISTÓRICA

El control de la evolución política

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Esta pequeña narración que escribo para “Por Tierras de la Ñ” de la revista Fides no puede probar lo que asevera ser cierto. Los que lo vivieron han muerto ya y me lo contaron hace tiempo, entonces no me lo creí. Hoy estoy casi seguro de que algo parecido a esto ocurrió.

Éstos son los hechos: mi hermana era enfermera en la Seguridad Social de entonces en la ciudad de Valladolid y era amiga y compañera de trabajo de una hija de un general de alto puesto en la Capitanía General de la VII Región Militar y hay que situarnos entre el año de 1963 y 1970, no preciso las fechas con exactitud.

Según la enfermera se había tenido una reunión de altísimo nivel en Madrid, en la que había participado su padre, y en ella se había acordado empezar a organizar el futuro político de España de manera ordenada y para ello se habían puesto unas normas para hacer asociaciones políticas que pensaban derivarían después en partidos y se les organizaba con personas de confianza del Régimen que iban a ser promovidas a los diferentes partidos a crear para generar una alternancia entre ellos que evitaría la ruptura política y la predominancia de los partidos en el exilio y sus dirigentes de la época; que ellos, el grupo que participó, por mandato de Franco, en las reuniones, consideraban ya irrecuperables.

Ella aducía que uno de los grupos iba a ser liderado o ya lo era por un político del PSOE, Felipe González, que se alojaba cuando iba a Valladolid en su casa y que discretamente tenía una escolta militar. Otros grupos estaban liderados por otras personalidades de la época, que más o menos coinciden con gente de poder del Movimiento: Suarez y otros grupos, Fraga y otros más. No se había dado posibilidades a gentes del Partido Comunista del interior al que al parecer se vetaba.

Ante las preguntas de mi hermana su compañera le dijo que lo que se pretendía, según su padre, era que “se cambiara todo de manera ordenada, para que nada cambiase en realidad”, siguiendo la máxima que se atribuía a Lampedusa en su libro “El gatopardo”.

No tuve constancia nunca de que aquella reunión existiera, ni de que los planes expuestos se hubieran hecho, pero según aquella muchacha sí había ocurrido y estaba todo planificado por el Régimen de Franco, para excluir el sistema sindical vertical y substituirlo por otros sindicatos de parecido corte, pero asumibles ante el exterior, las asociaciones políticas se extinguirían por autocese con las Cortes franquistas y se planificaría un parlamento con dos cámaras que en realidad serían el soporte legal para que la monarquía sucesora de Franco e implantada por él pudiese ser asumida por el ejército y las fuerzas políticas del Régimen, con apariencias para ser acogida por los medios políticos y económicos del mundo occidental de la época.

Esta es la relación de los hechos. No tengo pruebas, pero “si non e vero e ben trovato” que dirían los italianos.

 

César del Carpio,

escéptico por los años pasados.

 

(En Alemania, emigrantes)

ENCUENTRO Y CITA CON LA MUERTE

(Versión alemana)

 

La muerte como tal ente no existe, no es más que el fin de la organización para vivir de las células que componen los seres vivos; pero siempre se ha representado como un ser o ente real, que llega para poner fin a la vida de quien le toca y llega como esqueleto y guadaña en ristre a veces en caballo tan esquelético como ella.

Así, con o sin aviso de premonición de “carros da norte” o “santas compañas” el siniestro personaje llega y hace su labor con eficacia plena.

Sobre su trabajo se han escrito leyendas que llenan la literatura mundial, la que les describo la conocí yo en Heidelberg cuando era joven y trabajaba y estudiaba el racional, casi siempre, idioma de los germanos y sobre este tema hay varias versiones en la literatura y la historia, que también he escuchado en otras naciones con ligeras variaciones: Jean Cocteau la sitúa en Persia en su microcuento “El gesto de la muerte”.

Aquí va la versión alemana:

Otto envió a Fritz, su criado, al mercado para la compra del día a las ocho de la mañana y Fritz vio en el mercado a la muerte, que le saludó con tristeza y le dijo que se preparase, porque lo esperaba a las cinco de la tarde. Fritz se fue a casa sin comprar nada, pidió permiso a su amo para ir a su pueblo en Mannheim y pasar allí el día, pues le explicó que a las cinco de la tarde le esperaba la muerte en el mercado de Heidelberg y pensaba que no acudiendo no tendría problema. Se fue y Otto quiso comprobar si había algo raro en el mercado y vio que estaba como todos los días y la muerte se dejaba ver al menos para él; le preguntó a la huesuda si era verdad que esperaba allí a su criado, y le dijo que lo había asustado y se había ido, y la gran segadora le dijo a Otto que sí, que tenía una cita con Fritz a las cinco de la tarde y que debería darse prisa en marcharse porque la cita no era en Heidelberg sino en Mannheim y tenía que llegar a tiempo. Fritz, al marcharse asustado de Heidelberg, había puesto a punto el cumplimiento de la cita y su destino; en Mannheim.

 

César del Carpio

 Escribí este cuentecillo el día uno de octubre en homenaje a todos los que nos precedieron y los que lo haremos después en la cita fatal.

 

 

EL DÉFICIT SOLUCIONADO DEL AYUNTAMIENTO

 -DEFÍCIT

Los políticos agraciados con la designación de los partidos y elegidos después por el pueblo deberían estar lo suficientemente preparados para comprender los problemas de la gobernación y tomar las decisiones adecuadas, sabiendo de qué van los asuntos, pero no siempre ha sido así y muchos ágrafos, ignaros y “boborcios” han ocupado poltronas que les venían grandes y opinado sobre asuntos que cabían en sus molleras, escasas de neuronas o poco instruidas de conocimientos.

Se ha dicho por los políticos que con contratar asesores se palia la idiocia de los electos pero no siempre es así y las consecuencias para el noble pueblo español, que también es sufrido, son nefastas. Aunque siempre los partidos tienen el recurso de achacar las culpas de los desastres al franquismo, a la mala cosecha o a lo malvados que son los otros partidos y sobre todo a Aznar o similares, todo menos hacer autorreflexión y aceptar los errores propios, que son muchos.

Va una historia, que se atribuye sucedida a un concejal de una ciudad de diez mil habitantes, muy bella y cercana y con buenos caldos de vid, por cierto; no digo su nombre, pero lo sé bien. El concejal en cuestión lo debió hacer bien, porque luego le hicieron ministro del Gobierno de España y cumplió, más o menos, algún tiempo.

En la ocasión en el Ayuntamiento de la noble ciudad se estudiaban los presupuestos, con lectura del haber y del debe en cuestión, ingresos y gastos previsibles y en el transcurso de la sesión, el secretario dijo que se cuadraban las cuentas con treinta millones de pesetas de déficit y preguntaba a la reunión de concejales, antes de llevarlos al pleno que qué deberían hacer para meterle mano al déficit existente. Nuestro diligente concejal, luego ministro importante, con interés preguntó: ¿Ha dicho treinta millones de pesetas de déficit? Sí - contestó el secretario, y debemos pensar cómo lo cuadramos. El “sabio concejal” y lumbrera futura y que me consta, no estaba cargado del buen caldo de uva del pueblo, dijo solemne: Propongo que los treinta millones de déficit los dediquemos a arreglar la plaza mayor que está pidiendo a gritos un repaso, y se quedó tan ancho.

 

César del Carpio,

ante un vino y en la plaza aludida, sentado y riendo por no llorar ante la ocurrencia que me cuentan

 

EL S.E.U. DEMOCRÁTICO FALLIDO

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Hace unos cuantos años, en 1959, estudiando cuarto de medicina, intentamos algunos estudiantes la democratización del régimen de Franco por evolución y como todos debíamos estar afiliados obligatoriamente al SEU (Sindicato Español Universitario) decidimos varios compañeros de Valladolid comprometernos en la gestión de ese SEU obligatorio, que en la Facultad de Medicina era liderado por Cayo, un amigo palentino, Ángel, vallisoletano, y otros, según el curso en que se estuviera. Todos éramos apolíticos oficiales, de procedencias variadas: evolucionistas, criptocomunistas, o simples aficionados a la búsqueda de la libertad por evolución de la conciencia solidaria.

Se implantó en España la IFMSA (International Federation of Medical Students' Associations) o institución para el intercambio de estudiantes de medicina de todo el mundo en periodos de uno a tres meses en facultades y hospitales de todo el mundo, y yo participé como vicepresidente de la delegación de Valladolid, con Cayo, que era el Delegado del SEU de la facultad, como presidente. Fuimos a una reunión en Semana Santa a Santiago de Compostela, alojados en el Hostal de los Reyes Católicos por el Ministerio que regía Fraga, y allí se oficializó la IFMSA española, que funcionó varios años y fue útil a los estudiantes de Medicina mucho tiempo.

Hubo más, pues desde el propio régimen franquista se hacía avanzar la evolución por Fraga. Se planteó por las tardes la constitución del SEU democrático y de manera discreta; participamos en las reuniones destacados miembros de la IFMSA recientemente constituida. Se elaboraron unos estatutos de sindicato universitario democrático, se comisionó a representantes de la asamblea para la petición de legalización y éstos fueron a pedirla al Ministerio de Educación, que, lamentablemente, denegó la autorización y detuvo la policía a todos los que habían dado la cara, los fichó y el sindicato libre democrático se hizo inviable y varios compañeros de medicina y de otras facultades que se habían adherido fueron encarcelados y represaliados, incluso con cambio de universidad y penas de cárcel leves.

La decepción entre los ilusionados iniciadores de aquel intento fue grande, algunos siguieron de manera clandestina en la brecha y lo pagaron y otros optamos por esperar mejores tiempos, estudiando medicina, trabajando en universidades extranjeras o simplemente pasando el tiempo en las apetencias de cada uno. Yo me refugié en Astorga un par de semanas para meditar sobre lo dura que era la vida de los estudiantes, sobre Gandhi y su gloriosa, sabia y santa locura y sobre la mítica figura de Pedro Mato el maragato que, ayudando a los españoles de Astorga en la Guerra de la Independencia, fue encarcelado y fusilado por los franceses.

Como hijo del pueblo de Castrillo de las Piedras, patria del gran poeta Leopoldo Panero, visité su casa en el monte de Castrillo, aún estaba en pié, no la habían derribado los analfabetos y cobardes que lo hicieron años más tarde, y allí, apoyado en su venerable pared, estudié los secretos del “Vórtice del espacio-tiempo” y conseguí, en una excepción temporal, ver el futuro y el pasado como si en ellos estuviera. Pero eso, amigos, es otra historia.

El verano lo pasé trabajando en Alemania, como inmigrante ilegal, como ha sido tan abundante siempre el número de ellos. Contacté con rumanos cultos y hábiles, con italianos sabios y hedonistas y con españoles de varias regiones exiliados. Me conciencié y comprometí en política y seguí mi vida, volviendo a España.

 

César del Carpio,

meditando en una cafetería sobre la física cuántica y los vórtices del espacio-tiempo por si puedo volver al pasado como estuve en él antes, o al futuro. Para saborear la espera tengo ante mí un vaso de vino de Toro y unos tacos de queso extremeño divinos.

 

 

 

EL POTTOKA LISTO

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 Las narraciones de hechos reales, la mayoría, y algunos ligeramente modificados o irreales pero curiosos, ya me permitieron contar lo que ocurrió con el famoso caballito pottoka vasco que utilizaban de “relinchín” en la remonta de Valladolid; era hábil y listo y lo utilizaban para calentar a las yeguas antes de echárselas al garañón y no cansar demasiado a éste.

El pottoka era un poni vasco que estaba entero y cubría sus funciones, pero si te descuidabas era él el que preñaba la yegua, arrimándole a un pequeño alto en el que se subía y suplía su déficit de altura con valentía y eficacia, a satisfacción de la yegua grande, alta o de raza noble, que no impedía la acción del caballito, sin complejos y con mucha sabiduría innata.

Para evitar sus habilidades se puso un carrito delante del altillo que el animal no podía obviar y nos fuimos a tomar un aperitivo al bar cercano mientras dejamos al enanito y su yegua para que retozaran un poco, pensando en la imposibilidad de completar la hazaña, por la diferencia de estatura, pero cuando volvimos tenía a la yegua echada en el suelo y el animalito por detrás haciendo su faena echado también con toda facilidad al estilo “cucharitas”; fuimos a quitarlo pero el comandante nos dijo : “dejadlo, soldados, el “vasquito” se lo ha trabajado y ha ganado la apuesta. ¡Que la disfrute! Dejadle con la yegua todo el día”. Así lo hicimos y aún nos hizo otra exhibición de su sabiduría erótica, pues después de repetir varias veces la hazaña, se las arregló para que la yegua, grande, arrodillase las patas posteriores facilitando la aproximación al igualarse casi la altura de ambos para la aproximación.

El caballito fue liberado de sus funciones ya viejo y fue llevado por el comandante a su finca del Pinar de ellos.

 

César del Carpio.

            Cuento de una época de soldado en el cuerpo de caballería en Valladolid con nostalgia enorme.

 

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Introducción

Las Tierras de la Ñ fueron y son unos relatos cortos realizados por el colaborador de Fides Álava César del Carpio.

Se pretendía contar hechos ocurridos al autor, a sus familiares directos y a amigos entrañables y en esos relatos, cortos por la capacidad que le daba la Revista Fides, se plasmaban sucesos verdaderos en su inmensa mayoría, aunque algunos carecen de entidad suficiente para ser considerados por completo verdaderos, pero todos tenían su lógica de hacer pensar y entretener y con cada uno se pretendió hacer un guión para desarrollarlo más ampliamente como narración individual o agruparlos en una especie de novela en parte autobiográfica.

No se hizo la narración larga que hilvanase los relatos y finalmente se decidió agrupar los pequeños cuentos “verdaderos” en un pequeño libro que quizá se retome como base para algo de más importancia.

De momento os los ofrezco, disfrutadlos, como yo lo he hecho empezando por el primero de 1910 con el Cometa Halley y Germán en su niñez.

El fin del mundo

El Cometa Halley es una masa grande, luminosa cuando se acerca en su elipse de giro al sol y es visible cada 75 a 76 años.

Lo estudió el astrónomo Edmund Halley en 1705, reconociéndolo como el que habían visto otros astrónomos: en 1472 por Regiomontano y en 1531, 1607 y 1682 por otros. Calculó él de manera acertada que debería aparecer cada 75 años y aseguró que volvería en 1757, pero por influencia de los astros no apareció hasta 1758. Él no lo vio, había muerto en 1744.

Los recuerdos de un niño, consciente de ellos muchos años después, empiezan alrededor del año de vida, aunque algunos los sitúan antes de ese tiempo.

El hecho que cuento se refiere al paso del Cometa Halley el 18 de mayo de 1910 y lo contaba un niño muchos años después; él tenía tres años y medio cuando pasó el cometa y narraba que desde bastantes días antes se extendió por España el rumor de que era el fin del mundo, de manera que hubo reacciones para todos los gustos en el pueblo. Unos, pensando que iba a ser real el final de los tiempos, se encerraron en la iglesia desde el día anterior para rezar; algunos consideraron que, ya que se acababa todo, a disfrutar lo que pudieran y que les quitaran lo bailado y se fueron de “pimpolinas” a León o a otros lugares de “reputación acreditada”. Otros decidieron que lo mejor era recibir al Halley de pie bien comidos y bebidos y decidieron darle un buen palo a la despensa de embutidos, jamones y dulces y el mejor vino y licor que tuvieran.

Nuestro amigo Germán, el niño, estuvo preocupado aquella noche jugando con unos amiguitos y se durmieron tarde después de ver en el cielo el acontecimiento extraordinario y se acostaron pensando que podían despertar en un suceso que no entendían y que los adultos llamaban “el fin del mundo”.

A la mañana siguiente el sol seguía igual, la tierra se despertaba al maravilloso mayo y nuestro amigo y su primo Narciso fueron a echar barquitos al río. Cuando llegaban, Narciso le dijo: “mira, Germán, hay un topo muerto, parece que el fin del mundo fue sólo para los topos”.

César del Carpio,

tras visitar el pueblo donde ocurrieron los hechos narrados, con unos familiares, en entrañable compañía y disfrutando de un vino agradable de uvas de la variedad “Prieto Picudo” acompañado de unas lonchas de cecina leonesa y pan de hogaza rural, que en el entorno arbolado del Río Tuerto tiene un sabor distinto al habitual, es como una “comunión cívica” con la tierra de los antepasados.

¡Salud, amigos! ¡A por las Tierras de la Ñ, esa brava letra tan española!

 

 

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El veintisiete de mayo de 2011 hice un viaje a León por motivos familiares acompañado de mi hija y como coincidió la hora de la comida en Astorga la llevé a comer a un restaurante famoso y muy antiguo, “La Peseta”, que es también un hotelito de los que ahora se llaman “de encanto”.

La Peseta” se abrió en 1871 y desde entonces lo rige una misma familia, hoy en su quinta generación de hosteleros; ya había estado en este restaurante otra vez n 1945 en que me llevó mi padre, cuando fue a llevarme de Castrillo de las Piedras a Valladolid pues yo había estado allí un año con mi abuelo y había enfermado.

El viaje de Castrillo a Astorga lo hicimos a pie el veintidós de diciembre de1945 con el trayecto cubierto por una intensísima nevada. En el camino nos adelantó un vecino de nuestro pueblo, que nos saludó y siguió solo más rápido; era pariente nuestro y no se llevaba bien con mi padre, pues había sido de los que habían denunciado a mi padre en el 36 y por ello mi padre había estado en la cárcel.

Llegamos a Astorga y hasta la hora del tren vimos el palacio de Gaudí, la Catedral, por fuera, y la estatua del León dominando al Águila francesa en una plaza y después cenamos en “La Peseta”. Recuerdo lo que comí: sopa, congrio al ajo arriero y flan; esos platos los repetí como un rito en mi visita en 2011 al restaurante de Astorga.

Sigo con el viaje de 1945. Tomamos a la noche el tren y regresamos a Valladolid, donde siguió mi vida, mis estudios y mi vida profesional. Mi padre culminó su vida de duro trabajo  y  como ley natural enfermó y murió. Cuando estaba ingresado de su última enfermedad alguien pidió visitarle y se le autorizó. Era el pariente que le había dañado en 1936 y que sabiendo que se moría, venía a pedirle perdón. Mi padre se lo concedió y se abrazaron.

En las circunstancias de mi viaje en 2011 y en el restaurante “La Peseta” de Astorga volví a comer los mismos platos que en 1945 y estuve meditando sobre la grandeza de espíritu de saber pedir perdón y humillarse a pedirlo, a un hombre que se moría y la grandeza de éste de darlo haciendo realidad la petición del “Padrenuestro”: “Perdona nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.

Con este viaje se cierra uno de los círculos de mi vida: 1945 ida a Valladolid y en 2011 vuelta a León a despedir la última representante de una generación de mi familia, tan castigada por la Guerra Civil del 36 y sus consecuencias, que duraron tanto; haciendo verdad las palabras de Ibn Hazzar, árabe místico español en su libro “El collar de la paloma”:

“La guerra civil es un árbol de frutos muy amargos que hacen padecer muchos, muchos años”.

                                                                                                       

                                                                                                         Cesar del Carpio desde Astoga pensando en el hombre

 

 

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Hemos seguido a nuestro antepasado Germán por Cuba en la que estuvo como emigrante entre 1921 y 1927 entre sus 14 y 20 años de edad. En aquellos años la emigración de la empobrecida España era hacia Hispanoamérica, ahora con la crisis hay marcha de españoles a Europa y llegada de extranjeros del norte de África, en un flujo y reflujo que convierte a nuestra empobrecida nación en una mezcla poblacional más intensa que lo ha sido nunca y con resultados aleatorios sobre su bondad como proceso.

Germán estaba el año 1927 en Matanzas (Cuba) y atendía entonces un puesto de helados con el que sobrevivía, se integraba en una población mestiza mulata y con muchos españoles en la zona,

Vino en campaña de promoción al pueblo Kid Chocolate, boxeador de pesos ligeros y Campeón de Cuba. Se llamaba Eligio Sardiñas Montalvo y nació en Cuba en 1910. Fue campeón del mundo de boxeo de pesos ligeros muchos años y ganaba por KO casi siempre. Kid Chocolate propuso combate a aficionados del pueblo siendo designado por su fortaleza física, y poca preparación técnica, Germán para oponente en combate a cuatro asaltos, no olvidemos que era combate de exhibición del campeón.

El match se desarrolló según lo previsto, en un baile de campeón y un recibir golpes el aspirante a boxeador durante tres asaltos, pero en el comienzo del cuarto, el neófito aspirante a boxeador que estaba bastante cabreado y golpeado, hay que decirlo todo, aprovechó un lapsus del cansado campeón y logró meter una sola vez el puño en el plexo solar del gran Kid y lo mandó KO a la lona, embolsándose nuestro amigo la bolsa y el combate.

El dinero de la bolsa sirvió para cuidarse de la paliza durante quince días que no pudo ni salir a la calle, meditando su triste sino. No volvió a boxear nunca, ni en Cuba ni en su vuelta a España.

Seis meses después de este lance Kid Chocolate era Campeón del Mundo de boxeo, famoso y destacado y lo fue muchos años.

Su historia escrita ignora su derrota casual ante el español Germán Prieto, que tampoco se vanagloriaba de ello.

 César del Carpio,

recordando lo irónica que es la vida, en idas y venidas de inmigrantes.

 

EL MOLINERO ALQUIMISTA

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Isaac tenía un molino a la orilla del río Tuerto en León, a un kilómetro del pueblo de Castrillo de las Piedras. Lo conocí yo con siete años cuando fui a vivir, un año, con mi abuelo Simón, como unas vacaciones tras haberme repuesto de un traumatismo en Valladolid. Fui al pueblo y aunque añoré mucho a mis padres y hermanos, fui feliz con mi abuelo, gran hombre, al que acompañaba en sus trabajos y con mis tíos y mis primos, verdaderos hermanos para mí, el año que estuve allí. Mi compañero de juegos era Benigno, con el que iba a la escuela y era primo segundo. En las horas libres buscábamos nidos, construíamos barcos en el río con maderas o participábamos en las peleas contra los chicos del pueblo del otro lado del río y muy habitualmente caíamos por el molino de Isaac de visita, por el afecto con que nos trataba; había sido compañero de cárcel de mi padre durante la Guerra Civil del 36 y solía obsequiarnos con pan impregnado de aceite de linaza con miel o con azúcar, pues el molinero lo era de cereales para el ganado, de trigo o centeno para consumo humano, tenía colmenas que le daban miel y viñas de las que hacía vino como otros vecinos del pueblo. Él además tenía un alambique, o dos, que le permitían fabricar aguardiente de notable calidad con el que obsequiaba a los clientes los días de frío mientras esperaba la molienda.

En una habitación contigua al molino tenía libros en que llevaba las cuentas y había también libros viejos de pastas de cuero y de idiomas extraños; parecía tener la edad de mi padre pero mi abuelo decía que tenía la suya, pero que se conservaba mejor que él. 

A veces nos llevaba a mi primo y a mí a recorrer el río buscando piedras especiales y hasta nos enseñó a batear para buscar pepitas de oro en la arena y encontramos algunas en el Órbigo.

Volví a Valladolid, pasaron años y volví a ver a Isaac en una tienda de libros viejos de la calle Teresa Gil; estaba con un vendedor de libros, no sé si vendía o compraba. Me conoció y me dio recuerdos para mi padre. Curiosamente seguía tan joven como cuando lo conocí de niño, mi padre tenía entonces ya setenta años y aspecto de anciano, Isaac seguía joven en apariencia.

Mis familiares de León me informaron que había vendido el molino y no vivía ya allí.

Unos años más tarde murió mi padre e Isaac, tan joven como siempre, acudió a verle en el lecho de muere, yo no estaba allí entonces.

Varios años después, ya médico en Vitoria, me crucé con él en la calle Dato. Él aún me conoció y me saludó, venía de hacer una visita a un anticuario de la calle Correría, según me dijo, y se volvía a Madrid, donde al parecer tenía una joyería abierta. Me dio una tarjeta que por desgracia he perdido. Por supuesto en relación a la edad de siete años que yo tenía cuando le conocí y lo que representaba él entonces y los que yo ahora tengo debería tener más de ciento diez años, pero curiosamente no representaba más de treinta. Pensé que sería su hijo, pero me aseguró que era él, que envejecía poco. Yo más bien pensé que se volvía más joven.

¿Qué secreto había en la vida de aquel hombre? Llegó al pueblo cuando mi abuelo era de mediana edad, estuvo en la cárcel con mi padre y ambos eran jóvenes entonces y le vi joven en Vitoria hace tres años y por familiares sé que aún vive y en buen estado.

Siempre he intentado saber más de Isaac. En mis recuerdos veo el molino, veo alambiques y veo libros en latín, en griego y en idioma judío además de en castellano antiguo. Le veo joven, mientras todo alrededor envejece, le veo cambiando de ciudad cada varios años y variando de ocupación y me pregunto: ¿es humano?, ¿realmente existe?, ¿encontró la fórmula filosofal de los alquimistas?

Era de naturaleza bondadosa y a mí me trató bien siempre y cuando era joven mi padre visitó varios lugares en que hubo judería en Castilla y León con él. ¿Quién era, es Isaac?

César del Carpio

 He recreado esta pequeña e intrigante historia en la que, como es natural, mezclo realidad y fantasía en recuerdo y homenaje a los judíos ocultos que vivían en años de dureza en España. Fue o era Isaac el molinero uno de ello

 

¿LONGEVO O INMORTAL?

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 Vuelvo en este relato al personaje del que he escrito en la revista Fides con anterioridad y con ánimo de aclararme a mí mismo al escribirlo, o mejor al pensarlo, para hacerlo; ¿quién era este singular personaje que en las historia anterior describí como Isaac, molinero y alquimista que vivió en mi pueblo de León y al que conocí de niño cuando viví con mi abuelo en el transcurso de un año largo entre 1944 y 1945.

Conté que me enseñó a manejar la destilación en alambique de uvas fermentadas (hollejos) después de hacer vino para obtener alcohol, o sea orujo de uva. Hacía también licores de cereza, de pera de grosella y de otros frutos o hierbas aromáticas con los que invitaba a sus amigos y clientes del molino; a veces hacía perfumes de varias plantas y flores y también cápsulas de frutos secos.

Isaac había estado en la cárcel el 36 por política con mi padre y eran amigos. El molinero, su mujer y su hijo que tenía mi edad me trataban por allí con cariño y en el molino era yo muy bien recibido y atendido siempre.

Hoy recuerdo lo que vi. allí entonces: libros extraños en varios idiomas que no entendí que me hicieron suponer que describían realidades distintas del mundo. El interés de Isaac por las ciencias químicas y biológicas me llevaron a desear aprender, para emular sus conocimientos y su historia secreta que intuía y me hizo admirarle entonces y después.

Isaac el molinero-alquimista era misterio para un niño que se iniciaba a la vida, era extraño por sus aficiones, distintas a las de los aldeanos que conocía y raras para un molinero rural. No iba a los oficios religiosos más que los días de grandes fiestas y era sorprendente, por sus aficiones y conocimientos, que aún hoy me parecen singulares, como su propia vida que conozco sólo algo.

Este personaje es joven pasados los años cuando todo a su alrededor, incluso yo, envejece. Cambiaba de ciudad y de profesión cada periodo que he calculado de alrededor de veinte años, también de amigos y creo que de nombre, aunque a mí siempre me ha dado el mismo.

Fue condenado a cárcel en el 36 pero se salvó en un juicio en el 38 y liberado. Le conocí de molinero en 1944 en Castrillo, de librero en Valladolid en 1958, de joyero en 1999 en Madrid y supongo que lo veré alguna vez en otra profesión.

Siempre lo he conocido con aspecto de tener treinta años; tiene una longevidad juvenil, en apariencia, y aún vive. Según mi abuelo era de su edad, según mi padre tenía la suya; así que debe tener más de ciento diez años, pero parece aún tener treinta; él dice envejecer despacio.

En su molino tenía aparatos para tener fuego permanente (atanores), tenía alambiques y material para ensayos químicos, mecheros, almireces, matraces, pipetas y otros que luego vi estudiando química.

Puedo deducir de mis recuerdos y conocimiento cuando escribo hoy, 2011, que aquel hombre sabía química, física, teología, filosofía y varios idiomas; sus normas religiosas no eran las corrientes de la zona en que vivía en León, aunque se plegaba a las oficiales católicas y era un sabio de ciencias más profundas que las necesarias para un molinero. Ahora creo que debía ser cripto-judío o judío oculto y que sus conocimientos le daban poder sobre las cosas y sobre sí mismo. Era sabio, rico y joven, y al parecer lo sigue siendo: ahora en una ciudad grande, Madrid, y en un medio más libre que entonces.

A pesar de los años me sigue intrigando y recuerdo que en su casa aislada, al lado del río Tuerto, rodeado por un muro que englobaba un jardín, tenía una gran biblioteca, una habitación con un candelabro de siete brazos que sólo vi una vez y una colección de pepitas de oro que decía haber recogido bateando los ríos auríferos de la zona; también tenía lingotes del mismo metal.

Le acompañé y bateé con él en el Órbigo, el Sil y el Duerna, e incluso encontró alguna pequeña pepita pero los lingotes me parecieron excesivos para una labor de bateador aficionado.

La alquimia puede explicar el oro en más cantidad, si logró transmutaciones, pero cuando le pregunté de dónde lo obtuvo me contestó que era “Oro de Ofir”; hoy sé que así se llamaba la tierra en que obtenía oro puro el rey Salomón que se ha supuesto estaba en África, en América, en Asia… y en España. De todo lo que he escrito y pensado deduzco que Isaac era y es el mismo, un misterio y eso me motivó a estudiar biología, genética, evolución, geriatría y otras ciencias, sin lograr resolver las cuestiones que planteaba; es un ser singular, superior a la mayoría de los hombres en conocimientos y que aún sigue vivo y joven.

En resumen, por ahora creo que mi personaje vive, que tiene entre ciento diez y ciento veinte años, que representa treinta y que hace cuatro años estaba en Madrid como anticuario y joyero y que le creo judío.

Hace unos años me dio una tarjeta y la perdí. No puedo encontrarle, pero por alguna razón, intuitiva, sé que cuando yo emprenda el “viaje de no retorno” vendrá a rezar por mí y seguirá su camino, eso hizo por mi padre y mi abuelo.

Como corolario a esta narración, casi no me atrevo a plantear la pregunta: ¿Es Isaac el molinero de mi infancia inmortal?

  César del Carpio.

Escribo este cuento imaginativo o real en Vitoria en abril de 2011, prometiendo seguir averiguando lo que pueda sobre una narración de P. Prieto, sin creer demasiado lo que cuenta y brindando con él en Okina, pueblo esotérico de Álava, con un patxarán y tacos de jamón sentados a la vera de un pequeño riachuelo. 


LA SOBERBIA DOCENTE

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El profesor Castro era un buen profesional y un sabio profesor de Historia de la medicina y era en general bien considerado, pero tenía un carácter endiablado; era colérico en grado sumo, cuando algo le contradecía y entonces la razón o la sinrazón importaban poco, ante su mal carácter.

Yo le sufrí en dos ocasiones: una viendo su actuación ante un enfermo y otra en un examen. De ambas salí con dos lecciones aprendidas: no enfrentarme a él y usar la habilidad si podía.

Estábamos en su consultorio los últimos días de mi carrera, me había pedido que le pasara la consulta unos días pues se iba de congreso y le acompañaba para acostumbrarme a ella. Llegó un caballero con boina vasca, se la quitó y se sentó en la silla para su consulta:

-   “¿Qué le pasa, buen hombre?” – le dijo el médico.

   -“Mire, doctor, no mejoro a pesar del tratamiento que usted me puso la semana pasada y pienso que si usted me pusiera penicilina mejoraría…” y humildemente, dando vueltas a la boina con las manos, esperó. No lo tuvo que hacer mucho, Castro, desaforado y a voces cada vez más altas decía: “¡Garbanzos! ¡Castilla! ¡Curas! ¡Frailes! ¡Ostias! ¡Coroneles! ¡Mecagüen D…!

El pobre hombre, asustado, salió corriendo de la consulta sin dar tiempo a que yo moderara al energúmeno.

Al día siguiente estaba yo pasando la consulta y el pobre enfermo volvió acompañado del Inspector; le recibí con cordialidad, le expliqué lo que tenía y le receté lo necesario, que no era penicilina e hice amistad con él, aún echamos risas recordando el cabreo del “cátedro”.

La segunda vez que me enfrenté en serio con el profesor fue en el examen de Historia de la medicina unos días más tarde. Hicimos examen escrito y salieron las notas y a los que habíamos sacado sobresaliente nos citó el sábado para hacer otro examen para matrícula de honor.

Había tres matrículas de honor y nos presentamos tres sobresalientes y el catedrático nos dijo: “Han hecho ustedes buen examen, de manera que a Javier le doy directamente matrícula, a Ferrández también y usted, Prieto, vaya a buscar a Méndez y vuelvan juntos a las 12 que les haré un examen a los dos para dilucidar.

Recordé la actuación que he contado del médico y su descontrol a veces y le dije: “Mire, profesor, si vuelvo con Méndez le dará usted la matrícula pues es usted amigo de su padre el General Méndez así que déle usted a él la matrícula y muchas gracias por su docencia. Al día siguiente la lista decía: Primitivo Prieto: Matrícula de Honor. Había ganado la Matrícula de Honor por haberle hecho frente y fue de las que más valoré siempre. //

César del Carpio,

contando la hazaña de mi amigo Prieto y haciendo risas ante un vino blanco de las tierras de Rueda


EL CURA CAZADOR ENDIABLADO

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El cura cazador endiablado” es un cuento viejo que se empezó a extender en la Edad Media, fundamentalmente en el sur de Francia, aunque yo lo oí también cuando estuve unos meses en Heidelberg (Alemania) y un amigo de Jaca me lo refirió como sucedido en Aragón; es por tanto un mito relacionado con la sacralidad del sacerdocio y la misa, la afición a la caza que siempre han tenido algunos curas de aldea y naturalmente los ritos de redención por expiación de la culpa tras el castigo.

El cuento me lo enseñaron en Castrotierra de la Valduerna en León, en que vivía mi madrina con la que viví una larga temporada, siendo niño y quien me lo contó fue el propio cura del pueblo, un santo varón muy preocupado por la salud del alma de sus feligreses y por las historias de la comarca, así como por el progreso de sus gentes, muy en consonancia con la existencia de la Virgen del Castro en el lugar un antiguo castro romano y que se saca en romería hasta Astorga una vez cada siete años o cuando se solicita la venida de la lluvia en épocas particularmente secas.

El cuento es que un sacerdote más devoto de la caza que de sus obligaciones era fanático de tal deporte y con varios perros y sus armas, en la antigüedad ballesta o escopeta, cazaba todo lo que pudiera haber, olvidando sus deberes, pero en una ocasión y en la propia misa y a punto de  empezar  la  consagración  de  la  hostia  santa oyó el bramido de un ciervo y  dejando  todo se marchó con sus perros a cazarlo.No volvió a terminar la misa, ni volvió nunca al pueblo, pero en determinadas noches de tormenta, entre rayos y truenos y sin lluvia, se ve en los montes de la comarca un ciervo enorme endiablado en loca carrera y detrás los cinco perros del cura desaparecido de Castrotierra y éste a caballo disparando su escopeta a veces o su ballesta en otras ocasiones contra el ciervo En esas noches, un halo de luz misteriosa envuelve el campanario de la iglesia y nadie se atreve a subir allí a tocar las campanas hasta bien llegada la luz del día y por supuesto quienes lo han visto en el monte hacen una y mil veces la señal de la cruz y al parecer son respetados por ello, pues el famoso cura de no hacerlo los cazaría y se los llevaría con él.

Mi estancia en Castrotierra a pesar de ser chavalillo con ésta y otras historias fue de lo más entretenida, pero pese al amor de mi madrina y la protección del cura santo que había entonces, yo no iba al monto ni solo ni acompañado, ¡ni por un cortijo!

En Álava existe también esta leyenda con Martintxu, el cura maldito cazador.

Decían los enterados que el cura vendría al final del mundo para terminar su misa antes del final y así sería salvado por Cristo mismo.

Me contó esta historia, cuento o consejo mi amigo Primitivo, mientras dimos cuenta de un cocido maragato extremadamente poderoso en el noble pueblo maragato de Castrillo de los Poblazares y yo se lo cuento aquí a ustedes mandándoles a visitar este fabuloso rincón al lado de Astorga.

César del Carpio

 

CON RAFAEL ARCOS (MERCHERO) EN MANHEIM (ALEMANIA)

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Víctor, Magi y yo caímos un verano por Heidelberg; íbamos a trabajar en una fábrica en julio del 60 y la fábrica cerró, con lo que tuvimos que buscarnos la vida y trabajar de peones de albañil, como ahora los inmigrantes ilegales en España, cuando tienen o tenían trabajo.

Trabajamos en la Universidad de Heidelberg un mes, pero haciéndola, como peones de albañil, aunque Hans, un amigo alemán; nos tituló “zukarren führer” o jefes de la carretilla. Fue un buen verano. La empresa nos llevó a Manheim, donde estuvimos un mes viviendo en un barracón con obreros españoles y después en Düsseldorf, en que estuvimos otros dos meses ya en una residencia obrera católica, del obispado, parecida, pero más ordenada, que la del principio en Heidelberg, que era sindical, bastante anárquica y revuelta sobre todo por riñas entre los italianos.

Víctor y yo éramos estudiantes de medicina en Valladolid, Magi lo era de filosofía en Barcelona y en nuestro deambular por Alemania decidió quedarse en Heidelberg con unos paisanos, lectores de español politizados.

El mes que estuvimos en Manheim vivimos en unos barracones en los que estábamos en pequeñas secciones que tenían un pequeño dormitorio con cuatro camas y una salita de estar de los cuatro, los aseos y baños eran comunes para veinte compañeros.

Víctor se dedicaba a estudiar con afición alemán y nosotros a ratos; otros compañeros fueron José, taxista madrileño que sólo estuvo ese mes porque le tocó la lotería alemana y volvió a España y Rafael Arcos, según él exiliado económico de Barcelona, más claramente “quinqui” o más propiamente “merchero”. Tenía veinte años y se había ido de España porque había participado en un atraco a un banco y él, que había hecho de “queo” o vigilante se había salvado, pero sus tres compañeros habían sido cogidos y condenados a diez años de cárcel.

Rafael era personaje singular, amigo de sus amigos, en ese caso nosotros, cocinero habilísimo y mecánico excelente; para nosotros, magnífica persona. El primer día de trabajo le discutió al capataz la manera de colocar la ferralla y sujetarla en los encofrados. El asombrado alemán le nombró su ayudante aquella misma tarde y al mes dirigía un grupo de españoles, con la colaboración del capataz, en otra sección de la obra; era un fenómeno. Se encargó de nuestra cocina y comimos ese mes como reyes, sobre todo con los preparados de caracoles que cogíamos en las huertas y que enseñó a cocinar a todos los barracones. Víctor y yo aceptamos el traslado a Düsseldorf porque allí Víctor tenía una medio novia y en esa ciudad estuvimos dos meses mas el exmerchero Rafael se quedó y su ascenso social fue enorme y rápido, aprendió rápidamente el alemán, se consolidó como caporal de obras y las últimas noticias que tuve de él le hacían a las órdenes de un equipo de arquitectos, como gerente técnico de sus obras.

No sé si mantuvo contactos con su gente de Barcelona, no me hubiera sorprendido que sí, porque tenía un concepto del honor familiar altísimo. Si le he traído hoy aquí es para señalar lo que vale la oportunidad en la vida del hombre. Nuestro amigo si hubiera caído en la redada de sus colegas de atraco, habría sido destruido; al irse a Alemania y poder desarrollar sus cualidades buenas, su destino fue totalmente diferente.

Hoy al recordarlo reclamo la acción social para la integración de las minorías marginadas que muchas veces son malas, como fruto de su propia necesidad o del desprecio de la sociedad y su aislamiento.

César del Carpio

Recordando aquellos felices tiempos en los que trabajamos en la Universidad. (Poniendo ladrillos)

 

 

 

    
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