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Nuevas amenazas sobre la caza menor

El incremento de predadores amenaza a la perdiz y la liebre

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P. Vizcay/DIARIO DE LEÓN

 

La impresionante caída de las poblaciones de perdiz roja, la reina de la caza menor, que en muchas zonas amenazan seriamente la supervivencia de la especie no es un hecho aislado, pues en él confluyen multitud de factores. El más importante, sin lugar a dudas, se debe a la acción del hombre, pero no por la práctica cinegética, que también, sino por el sistema de explotación del campo.

 

La moderna agricultura utiliza métodos totalmente agresivos con el medio ambiente. A las concentraciones parcelarias que han destruido infinidad de lindes y vegetación donde la «patirroja» anidaba y se ocultaba de los predadores, se une la forma de arar de los enormes tractores que dejan totalmente molidos los terrones en las campiñas arcillosas donde el mimetismo de la perdiz, una de sus mejores defensas, se pierde. El uso de herbicidas, pesticidas y funguicidas, el grano tratado para la sementera y los abonos químicos producen enormes bajas especialmente en años secos. Las cosechadoras que trabajan durante la noche se tragan con frecuencia polladas enteras.

 

Mientras tanto en la montaña sucede todo lo contrario. El abandono de las prácticas agrícolas permite que las pequeñas parcelas que antaño se sembraban de trigo, centeno o patatas se cubran de monte. La ausencia de terrenos en los que apeonar y granos para alimentarse reducen al mínimo las polladas de perdiz en estas zonas donde antaño abundaban. Pero a estos hechos que vienen incidiendo desde hace algunos años se unen ahora nuevos peligros. El incremento de predadores, zorros y jabalí especialmente, amenaza tanto a la perdiz como a la liebre. El conejo de monte, principal mantenedor de la cadena trófica por su capacidad reproductiva, no termina de recuperarse y en muchas zonas ha desaparecido por completo.

 

El ecosistema se está desequilibrando muy seriamente. A la sobrepoblación de zorro y jabalí en las zonas llanas y de ribera se une ahora un nuevo depredador que antaño limitaba su acción a las áreas de montaña: el turón. Este animal de dieta omnívora, que llega a pesar hasta quince kilos, está dotado de un fino olfato de un buen oído, lo que le convierte en eficaz cazador y buscador de huevos. Sus hábitos nocturnos y crepusculares hacen que su presencia no sea especialmente visible, salvo por los múltiples atropellos en las carreteras. Las cigüeñas, por último, han pasado de la tradicional pareja que anidaba en el campanario a las decenas de parejas que ya no encuentran espacio para anidar. Informaciones contrastadas no hablan de la voracidad y agresividad de estas aves que, al desaparecer gran parte de los vertederos incontrolados, actúan sobre cualquier especie de tamaño pequeño, sea reptil, anfibio, ave o mamífero.

 

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