Desde que se iniciara la relación de Ávila con la Vuelta a España, allá por el año 1971, cuando el holandés Zoetemelk ganó en la meta del Paseo del Rastro, la ronda española ha tenido como estación final la capital abulense en 21 ocasiones, siendo punto de partida en 14. Tuvieron que pasar tres años para que nuevo el Paseo de Rastro viera el término de una etapa en la que venció el francés de padres españoles, Martín Martínez. La década de los setenta finalizó con dos etapas que venían de Valladolid, ya con el velódromo del Adolfo Suárez como meta. Allí se vivió el triunfo del primer ciclista español, Francisco Albelda en 1979.

La etapa de Ávila ha quedado marcada con letras de oro en el historial de la Vuelta gracias al ataque que efectuó en el puerto de Serranillos en el año 1983 el ‘caimán’ francés Bernard Hinault, desbancando al líder Julián Gorospe, sufridor de una pájara monumental por las carreteras abulenses, de forma que apenas se sostenía en pie sobre la bicicleta, siendo ayudado durante muchos kilómetros por sus compañeros del Reynolds, José Luis Laguía y Perico Delgado, además de por los empujones proporcionados por los aficionados. Al día siguiente, en la etapa que partió de Ávila en dirección a Segovia, nada más dar el banderazo de salida, a la altura de Tornadizos se escaparía el malogrado corredor abulense Jesús Hernández Ubeda, ganando en solitario en la ciudad del acueducto.

Hasta cuatro años más tarde no regresó la Vuelta a España a nuestra provincia y lo hizo saliendo de Barco de Ávila, donde Laurent Fignon impuso su ley para desgracia del irlandés Sean Kelly, entonces maillot amarillo de la carrera, que tuvo que abandonar en Peña Negra a causa de un forúnculo. Al año siguiente, un ciclista abulense, Jesús ‘Pájaro’ Rodríguez, estuvo a punto de ser el primero de los nuestros en ganar en su tierra –nadie lo ha conseguido-, pero Martínez Oliver se lo impidió cuando quedaban escasos metros para alcanzar la meta.

Ya en la década de los noventa, el final de etapa tiene el destino de la Plaza de Santa Ana, con los adoquines de la ronda vieja como aperitivo final para los ciclistas. En esos años noventa llegó la era del dominio en la general absoluta de Tony Rominger, que fue protagonista en Ávila en 1993 cuando le obstaculizó un espectador en el Paseo de Don Carmelo, dando con sus huesos en el suelo.

Fue en 1994 –se volvería a repetir en el 2005-, el momento en que una etapa tuvo principio y final en la capital abulense. Un año más tarde, Laurent Jalabert dio una lección de ciclismo, atacando desde el principio en una carrera que partía de Salamanca. La capital charra ha sido el lugar mayoritario de origen de la serpiente multicolor española, con destino a Ávila en cinco oportunidades, dos más que Béjar.

En 1996, el suizo Alex Zülle se hizo con el liderato en la contrarreloj que había salido de El Tiemblo y que ganó Tony Rominger. Era la primera vez que la provincia contaba con dos etapas en una misma edición de la Vuelta, circunstancia que se repetiría dos años más tarde.

Laurent Jalabert ha sido el único ciclista en ganar en dos ocasiones en la ciudad de las murallas. Primero en 1995 y luego por segunda vez en 1997. Dos años más tarde, vuelve a celebrarse la contrarreloj individual entre El Tiemblo y Ávila, que gana el teutón Jan Ullrich. En ese año de 1999 el belga Frank Vandenbroucke, en un extraordinario estado de forma, se impondría en la meta de los Hornos Caleros, después de realizar una sensacional carrera con remate final en la ascensión al puerto de Navalmoral.

En la imagen superior derecha, Chente García Acosta gana la etapa de Ávila en el año 2002.