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Belén Antón/VALLADOLID

 

Basta con darse un paseo por el centro de Ávila con él para ver cómo sus paisanos le reconocen y le saludan a pesar de que hace ya muchos años que disfrutó del éxito en el ciclismo. Ángel Arroyo (1956) fue campeón de la Vuelta a España en 1982, aunque le retiraron el título por dar positivo en un control, algo que él considera como la mayor injusticia que se ha cometido en este deporte. Al año siguiente quedó segundo en el Tour de Francia y seis años después, en 1989 tuvo que dejar la bici porque su cuerpo ya no era el mismo tras sufrir las fiebres de malta. Desde entonces vive en la capital abulense, donde dice que disfruta de todas aquellas cosas que ignoró mientras se dedicaba de lleno a la bicicleta, a la que ahora tiene conceptuada como medio de transporte y a la que consideró en su día un medio más para ganarse la vida. Siempre sonriente y de carácter abierto y afable, Arroyo disfruta ahora con la caza y el esquí.

 

-Se retiró en 1989, ¿echa de menos la competición?

-No, en absoluto. He pasado página. No sé si ha sido un defecto o una virtud pero cuando me dedicaba a la bici, solo me dedicaba a ella y no al mundo que me rodeaba y eso igual económicamente me ha perjudicado. Cuando hice segundo en el Tour todo el mundo se apuntaba a subir al podio y yo de alguna manera me tuve que imponer y reclamar el puesto que conseguí.

 

-¿Quién se quería subir?

-Una ministra francesa, el que había hecho tercero, el cuarto... La gente que va a dejarse ver.

 

-¿Ahora a qué se dedica?

-Cuando dejé el ciclismo toqué la construcción, pero me di cuenta que no era lo mío. Hice un edificio pequeño en Ávila que será mi seguro de vida. Sin querer me fui metiendo en el negocio de túnel de lavado de coches. Un cuñado mío había estado trabajando en ello. Lo vi y me vino una idea a la cabeza. En doce o catorce años me he hecho profesional del lavado de coches.

 

-¿Sigue montando en bici?

-Sí, porque se gana mucho tiempo a la hora de andar con ella por la ciudad. En Ávila nos desplazamos en bici cuatro o cinco personas, luego hay más que salen con ella fuera para hacer deporte.

 

-¿Es dónde más cómodo se siente?

-Me gusta la bici, pero también el deporte en general. Disfruto con la caza e incluso he probado a patinar sobre hielo, que es más fácil de lo que pensaba.

 

-¿Y también esquía?

-Sí, es otra de mis aficiones. La bici ha pasado ya a un segundo plano. Me gusta la caza de verdad, la de andar por el campo. Voy a mi pueblo, El Barraco, y soy feliz con coger dos piezas aunque me haya dado una paliza a andar.

 

-Y el ciclismo, ¿le ha dado o le ha quitado más cosas?

-El ciclismo ha sido mi medio de vida en un tiempo, pero no lo hacía solo para poder vivir, sino porque me gustaba. Con el dinero de mi primer contrato profesional con 22 años, me compré un local porque a la bici no la veía mucho futuro.

 

-Con el paso de los años, ¿cree que ha sido un acierto haberse dedicado al ciclismo?

-Es importante hacer lo que te gusta. Yo estoy contento porque he hecho una cosa que me gustaba. No se me dio mal aunque se me podía haber dado mucho mejor, pero se metió la salud de por medio y frente a eso no se puede hacer nada.

 

-¿Se considera uno de los resucitadores del ciclismo español?

-Creo que soy el resurgir de una década muerta. Desde que ganó Ocaña el Tour en 1973 hasta que yo quedé segundo, pasó toda una década. Recuerdo que Alberto Fernández hizo décimo en el Tour y le pusieron como un alarde y yo gané una etapa, hice segundo y fue el copón, al año siguiente gané una etapa, hice sexto y fue un fracaso.

 

-Es de los que no tiene pelos en la lengua, ¿le ha costado más de un disgusto decir siempre las cosas tan claras?

-No. Me puede haber afectado a mi vida personal, pero me da igual. Yo lo hecho como lo siento y se acabó, me da lo mismo.

 

-¿Hay alguna cosa que dijo que igual se tenía que haber callado?

-No me he arrepentido nunca de lo que he dicho, porque lo he hecho convencido.

 

-En 1982 quedó campeón de la Vuelta a España.

-Ha sido una de las mayores injusticias, que se han hecho dentro del ciclismo. No ha habido ni habrá una vuelta más limpia que aquella. Yo creo que fue un problema político. Parte de los organizadores eran del País Vasco y el jefe del control médico también era vasco. El día que fui al contraanálisis yo iba convencido de que allí no iba a pasar nada. Yo soy una persona bastante dura, pero ese día salí llorando.

 

-¿Cómo es esa sensación de intentar defenderse y seguir siendo cuestionado?

-No puedes hacer nada. En aquella época estaba mal defendido. Me enteré de la sentencia una vez ya retirado. Estaba en la Vuelta a los Puertos en Madrid con José Miguel Echevarri, mi antiguo director y en el alto de Navacerrada un señor me dijo que tenía la sentencia y me mandó una copia. A mi nadie me llamó a declarar y tampoco ningún órgano oficial me comunicó la sentencia.

 

-¿Se sintió como un príncipe destronado?

-En ese momento sí, pero luego no. Ellos decían que me iban a quitar la Vuelta, pero yo la había ganado y estaba muy contento. Que no aparece en el palmarés, me da igual, hay cosas que se llevan dentro y que no me las van a poder quitar nunca.

 

-¿Se considera el ganador de esa Vuelta?

-Sí, por supuesto, sin ninguna duda.

 

-¿Que fue lo primero que pensó cuando le dijeron que había dado positivo?

-No piensas en nada. Yo estaba en El Barraco y no teníamos teléfono en casa. Llamaron a casa de mis tíos, que tenían un supermercado. Me llamó Javier Dalmases y me dijo que había dado positivo y a mi me dio la risa. Creía que era una broma y no me lo llegué a creer. Luego me llamó Echavarri para decirme que estuviera tranquilo y para preguntarme si había tomado algo.

 

-En una etapa en la Vuelta a Cataluña muchos corredores no querían salir porque había controles y usted fue de los pocos que querían correr.

-Así fue. A mí siempre me ha gustado que se hicieran controles y en aquella época había gente que estaba a favor y gente en contra. En la asamblea de la asociación de profesionales lo sacábamos a votación y ganábamos los que queríamos que se hicieran controles, pero por pocos votos. Había quien quería repetir las votaciones a ver si cambiaba el resultado. En la Vuelta a Cataluña yo dije que me daba igual, que iba a salir y que lo iba a hacer a toda velocidad.

 

-Fue un valiente en su época.

-Fui un aventurero. Nadie quería ir al Tour, me decían que allí la gente corría mucho y que estaba loco porque no sabía dónde me metía. Yo quería ir, mi ilusión era correr el Tour y se empezó a forjar la idea en una concentración de invierno en Candanchú. Chico Pérez me pregunto si me gustaría ir y yo le dije que me encantaría y Perico también. Fuimos un poco a la aventura y con el carrillo preparado para que nos las dieran todas y luego resultó que aquello era lo mío. Para mi era más fácil cuando estaba bien ganar una etapa en el Tour que en los Valles Mineros.

 

-¿El segundo puesto en ese Tour le sirvió para tapar muchas bocas tras la polémica de la Vuelta?

-Seguro que sí, pero no me di cuenta. Empecé a ser consciente de la importancia de quedar segundo cuando Perico lo hizo unos años más tarde.

 

-¿Cuándo se fue al Tour sus amigos le despidieron casi cómo que se iba a la guerra?

-Es que no sabíamos donde íbamos. Cómo dijo un periodista de la época, era como si nos daban un machete y teníamos que atravesar la selva con él.

 

-En aquellos años no dormían en buenos hoteles. ¿Se podía descansar en esos seminarios y colegios mayores?

-En la primera etapa de los Pirineos, dónde perdí aquel Tour, dormimos tres en una habitación y fue el único que pasé aquella prueba de la sauna, porque hacía muchísimo calor. Anastasio Greciano decía: «Sabiendo la etapa que nos espera mañana como nos pueden traer a dormir aquí» y cogió el colchón y lo metió a la bañera para que hubiera humedad, no cerró el grifo y se inundó.

 

-¿En España, se concentraban en un hotelito que tenían sus padres?

-Eso fue con Javier Mínguez, yo era juvenil. Iba Mínguez allí y decía: «¡Venga Arroyo, pónmeles en forma a éstos!». Subíamos corriendo a la montaña o por la arena del río.

 

-Dicen que siempre supo tomar sus decisiones muy bien y de muy joven.

-Es por mi carácter. Tenía mis ideas y así lo hacía, no necesitaba manager, nunca entendí que tuviera que existir. Ahora igual los tiempos han cambiado y sí es necesario.

 

-¿Se considera un rebelde?

- Sí, con causa.

 

-¿Se retiró porque no soportaba ser uno más del pelotón en vez de ir en cabeza?

-Lo hice porque ya no andaba a gusto en la bici. No me importaba no ir de los primeros y ayudar a mis compañeros, pero ya no hacía lo que quería hacer. Las últimas etapas de las vueltas grandes lo pasaba muy mal y pensé que eso no podía ser bueno para el cuerpo. A algunos la prensa en su retirada les ha tratado como héroes; a mi, me ignoraron.

 

-¿Las fiebres de malta llegaron en el peor momento?

-Sí, llegaron cuando estaba en plena madurez deportiva y cuando podía haber sacado el mayor rendimiento a mi carrera. Fueron cuatro años que tenían que haber sido los mejores, pero fueron los peores.

 

-¿Si no hubiera sido por la enfermedad cree que hubiera conseguido más títulos?

-Sí. Creo que podía haber ganado algún Tour.

 

-¿Se le ha quedado la espinita de no haberlo conseguido?

-Me hubiera gustado ganarlo, pero no creo que me hubiera cambiado la vida.

 

-¿Cuál ha sido la decisión que más le costó tomar? ¿Dejar la bici?

-No, esa idea la tenía clarísima, lo hice a mitad de temporada, tenía el contrato firmado y con haber corrido cuatro carreras más me hubiera embolsado dinero, pero eso no iba conmigo.

 

-En su pueblo ha creado escuela.

-Cuando gané la Vuelta apareció Víctor Sastre y quiso hacer una peña con mi nombre y yo no quería. Luego me dijo que fiscalmente le interesaba que fuera una fundación. Yo tampoco quería. Fui a la presentación. Tiene un montón de chavales y está haciendo una buena labor, no quita una cosa para la otra. Él decía que había hecho la escuela para ayudarme, pero no me ha ayudado en nada. Ahora me da un poco igual, pero me siento un poco utilizado.

 

Moliner-Vereco: Mayor colaborador a la hora de crear ciclistas profesionales.

 

Pantano de Burguillo: paz y tranquilidad.

 

Alberto Fernández: vivió para la bici.

 

Vicente Belda: un personaje.

 

Pedro Muñoz: un buen corredor al que agobiaba la responsabilidad.

 

Chaba Jiménez: quiso vivir la vida demasiado pronto.

 

Reynolds: segundo Moliner.

 

 

Perico Delgado: un compañero de fatigas.

 

Sinceridad: lo dice todo.

 

Bicicleta: medio de transporte que utilizo como tal.

 

Tour de Francia: campeonato del mundo.

 

Carretera: un peligro.

 

Salud: el todo.

 

Retirada: a veces, una victoria.

6 Marzo 2007
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